Cuando yo tenía veinte años todo era distinto; en 1970, en todo el mundo había 130 países, pero sólo 30 democracias
liberales, la mayoría situadas en ese diminuto rincón noroccidental de Europa.
Solo la India era el único país importante del Tercer Mundo comprometido en ese
modelo hoy mucho más frecuente. Y en las décadas anteriores y posteriores solo
la disuasión nuclear mantuvo esa opción, porque en realidad la envejecida y al parecer agotada
democracia liberal se parecía más a un club exclusivo de viejos imperialistas.
Sin embargo, tras la caída del muro de Berlín y la desintegración de la URSS,
la democracia liberal salió del cubo de basura de la historia y venció en la Guerra Fría
al planificado imperio soviético. El votante y el cliente, esos son los pilares de ese modelo. Un paquete liberal que implica individualismo, derechos
humanos, democracia parlamentaria y libre mercado.
Hoy, en 2016, hay 193 naciones soberanas y no existen ni esos bloques ni esa alternativa
socialista-imperialista. Las protestas como el 15 M en España o el Occupy Wall
Street en Estados Unidos no tienen nada, absolutamente nada contra el modelo
democrático; en todo caso, lo que exigen es que funcione más y mejor, al igual
que con los derechos humanos, aunque no haya tanta unanimidad con el
individualismo y el modelo económico (que tampoco encuentra alternativas,
lo que se solicita es controlarlo), para el que se pide en todo caso que sea
realmente libre en lugar de controlado y manipulado por las grandes empresas,
demasiado grandes para quebrar. Se pide más democracia, más instituciones
verdaderamente representativas al servicio de todos los ciudadanos y no de
adinerados miembros de los lobbies. No hay modelo alternativo viable, estos
movimientos no lo tienen, les llaman radicales o populistas, pero realmente son reformistas por mucha coleta (una costumbre europea del XVIII y XIX) que lleven.
Está China, claro, pero ¿qué modelo es el chino?,
¿socialista?, ¿de libre mercado?, ¿las dos cosas? Ni los chinos lo saben,
aunque saben que no son una democracia y tampoco un país socialista en puridad.
¿Más modelos? Están los fundamentalistas islámicos, un movimiento retrogrado
basado en la interpretación más rigorista de una religión del siglo VII, que ha
perdido todo contacto real con el mundo en que vivimos. Aunque usan Internet y los
móviles para sus atentados, siguen viviendo en la más profunda Edad Media.
Y la política ni es todo ni siempre es anticipo fiable del
futuro. Porque a menudo, la historia la modelan pequeños grupos, de innovadores y
visionarios que son los que miran al futuro, en tanto que las masas, sumidas en
la incertidumbre, manipuladas, tienen la absoluta tendencia de hacerlo al
pasado. La biotecnología, la Inteligencia Artificial, la brecha cada vez mayor
entre ricos y pobres, los privilegiados que podrán diseñar su propia
descendencia para asegurarla seguir en la cúspide social, los algoritmos, las nuevas
energías… ese mundo que nos espera será tan distinto o más que el actual con
respecto al de mi juventud. Hace diez mil años, la mayoría de las personas eran
cazadoras-recolectoras, pero un pequeño grupo se hizo campesino y sedentario,
sólo unos pocos pioneros en Oriente Medio y otras localidades esparcidas por el
planeta; a ellos les terminó perteneciendo el futuro. En 1850, más del 90 por
ciento de los humanos eran campesinos y prácticamente nadie sabía nada de máquinas
de vapor, uso del carbón, vías férreas o telégrafos. El destino de esos
campesinos se forjó por un pequeño grupo de hombres en Manchester y Birmingham
que transformaron la producción de alimentos, el transporte, los productos manufacturados,
los vehículos, las armas y la forma de vivir.
Y a la vez, en 1881, un líder religioso se proclamó en Sudán
el Mahdi (el Mesías), a la vez que Egipto intentaba modernizarlo con ayuda de
la imperialista Gran Bretaña. Sudán hoy sigue sumida en el atraso. Por las
mismas fechas, Dayananda Saraswati encabezó un movimiento de resurgimiento
hindú basado en las escrituras védicas que nunca se equivocan (como el Corán,
como La Biblia) y el papá Pio XIX promulgaba el principio de la infalibilidad
del papa en asuntos de fe. En China, un fracasado académico, Hong Xiuquan, tuvo
una serie de visiones en las que Dios le reveló que él era hermano menor de
Jesucristo y le encomendó expulsar a los impíos manchúes que gobernaban China
desde el siglo XVII y establecer en la Tierra el Gran y Pacífico Reino del
Cielo (Taiping Tia-nguó), y a la vez Darwin publicaba El Origen de las
especies. Millones de chinos se movilizaron, desesperados por las derrotas de
las guerras del opio contra las potencias occidentales. Hong no les condujo a
ese reino pacífico, sino a una guerra, la Rebelión de Taiping, que entre 1850 y
1864 causó al menos 20 millones de muertos; muchos más que las guerras
napoleónicas anteriores o la contemporánea Guerra Civil de Estados Unidos
y casi comparables a los de las dos Guerras Mundiales del siguiente siglo.
Marx, Lenin, Adam Smith, Darwin, tuvieron éxito allí donde
Hong y el Mahdi fracasaron. ¿Por qué? El humanismo socialista intentó
comprender mejor la realidad de su época, tanto económica, social como tecnológica.
La electricidad y el vapor crearon problemas nuevos, así como oportunidades
inéditas, los que miraban al pasado no vieron ni unos ni otras. Lenin definió el
comunismo -es frase muy conocida- como “el poder de los soviets más la
electrificación de todo el país”.
Ahora puede que sean las democracias liberales las que
pierdan el tren de la historia, como ha pasado antes: unos inventan la píldora anticonceptiva
y el papa no sabe qué hacer al respeto, salvo volver la vista atrás. La visión
liberal del mundo de votantes y clientes puede que esté igualmente ciega, o
girada hacia el pasado, mientras aumentan las técnicas en neurociencia de
manipulación de las emociones (otro día os hablaré de las roborratas, y luego hablamos
del libre albedrio y de los dispositivos no intrusivos llamados técnicamente “estimuladores
transcraneales con corriente continua” en forma de casco).
O miramos hacia adelante o tropezaremos y nos quedaremos
atrás, y creedme, los políticos sólo saben mirar alrededor y hacia atrás. Hay
una bomba de tiempo y está en los laboratorios, no en los parlamentos ni en la
Bolsas. Podemos tener una certeza, que será la genética, entre otras cosas, y no el
islamismo radical, entre otras muchas cosas, la que diseñe nuestro futuro.