viernes, 10 de marzo de 2017

Mujeres, bibliotecas y mercados







Cuando viajo por Europa no me interesan los países, contaminados de patria, variables en sus fronteras y mudables hasta en su misma existencia. En cambio, me interesan las ciudades, más adaptables y la vez más perdurables, más abiertas a todos y al futuro, como las naciones están apegadas al pasado. Así que no, no me interesa demasiado Holanda, pero sí Delft o Ámsterdam, ni Alemania, pero si Bremen o Osnabruck, no digamos Berlín, y desde luego me hastía profundamente la victimista Cataluña, pero me siguen fascinando Gerona o Barcelona, ámbitos abiertos ahora rehenes de separatismos. En cualquier caso, mi mapa mental de Europa no es un mapa político con naciones en colorines, sino el de una red de sugestivas ciudades conectadas, abiertas y mirandose entre sí. Por eso prefiero mil veces la ciudadanía al nacionalismo. Las patrias son presidios, las  ciudades, puertos de encuentro.

Lo primero que hago cuando llego a una ciudad es visitar dos espacios que suelen frecuentar más las mujeres que los hombres y que parecen distantes: los mercados centrales y las bibliotecas públicas. Ambos espacios me fascinan y a menudo cuentan con arquitecturas diseñadas para cumplir sus propósitos muy funcionales y bellas. Y además me permiten hacerme una idea cabal del lugar. Bibliotecas y mercados centrales. En mi ciudad natal, Madrid, mis bibliotecas favoritas con la Pedro Salinas, la biblioteca pública de la Puerta de Toledo, debida al arquitecto Navarro Baldeweg; la del Reina Sofía, del casi inevitable Norman Forster y, naturalmente, la espléndida Biblioteca Nacional obra de Francisco Jareño en estilo neoclásico. En cuanto  a los mercados, mi favorito es el de Maravillas, en Cuatro Caminos y el de Barceló, recientemente remodelado; el de San Miguel, junto a la Plaza Mayor sigue siendo una obra bellísima de hierro colado y cristal, pero desgraciadamente ya no cumple el papel originario de mercado de abastos sino el de atrapamoscas para turistas y se ha vuelto insoportable además de caro 

Las mujeres nutren mayoritariamente el público de bibliotecas y mercados; leen y hacen la compra. Sin embargo, hoy por hoy, 500 millones de mujeres siguen sin saber leer o escribir y por tanto sin poder tomar pleno control sobre sus vidas. También aquí el legado de la discriminación es evidente, pues dos tercios de todos los analfabetos de este mundo son mujeres, frente a solo un tercio hombres. Eso significa que en los países menos avanzados las mujeres serán aún más pobres y más vulnerables que los hombres y vivirán subordinadas a ellos. Y sin embargo, la mayoría de los seres humanos que veo leyendo en los transportes públicos, o comprando alcachofas en el mercado son mujeres.


4 comentarios:

  1. A mí me basta de momento con la biblioteca de mi barrio, con ocasionales visitas a otras para encontrar una obra en concreto.

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    1. Muy prosáico te noto hoy. Las grandes bibliotecas públicas son santuarios sagrados para los amantes de los libros

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  2. Aux armes, citoyens, Formez vos bataillons! ya la Marsellesa no llama a los franceses y menos a los europeos. Acuerdo contigo, una ciudad es un cosmos concebible

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    1. Sí, algunas grandes ciudades son cosmos, como dices, y la mayoría de los países sólo son países, aunque algunos, como Estados Unidos, son continentes

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Ansío los comentarios.Muchas cabezas pueden pensar mejor que una, aunque esa una sea la mía